Arte y Arquitectura
Barroco en Gipuzkoa
En España y en Gipuzkoa, los siglos XVII-XVII, salvo breves momentos de recuperación, son un tiempo de crisis demográfica, socioeconómica y política, mientras que en lo religioso se da un momento de restauración y progreso como resultado del Concilio de Trento.
Ambas facetas tienen su reflejo en el arte y la arquitectura, en las que antes que iniciarse nuevas construcciones se acaban o se ornamentan las iniciadas en estapas anteriores - con algunas notables excepciones- y donde predomina un estilo más clásico, alejado -en la mayoría de los casos- de la profusión ornamental con la que se asocia al Barroco en la historia del arte.
Arquitectura civil
Es fundamentalmente en este periodo cuando se levantan las casas concejiles que hoy conocemos. Sobrias y elegantes, tienden a marcar carácter a las plazas, reflejo de un poder civil que quiere mostrar su fuerza ante la omnipresente Iglesia: Arrasate, Oñati, Astigarraga…
Además, en época barroca se levantan interesantes y abundantes ejemplos de palacios rurales y urbanos, de manos de cargos relevantes relacionados con la monarquía o personajes enriquecidos en las Indias. Es el caso del palacio de Lazkao, Ipeñarrieta en Urretxu, Monterrón en Arrasate, Idiaquez en Tolosa, Lardizabal en Segura, etc.
Asimismo, la vivienda campesina evoluciona notablemente gracias al enriquecimiento general por la introducción del cultivo del maíz. La abundancia de grano y el aumento de la cabaña ganadera determinaron un cambio en los edificios, ante todo funcionales, pese a que no falten escudos como símbolo de que son casa solar, además de casa de labranza.
Arquitectura religiosa
La Iglesia sufre la crisis económica del XVII como el resto de estamentos de la sociedad, por lo que se limita a terminar obras iniciadas en la centuria anterior, a las que añade campanarios, portadas, pórticos o sacristías. Especialmente llamativa es la construcción de torres de campanas a lo largo del siglo XVIII, síntoma de un floreciente estado económico gracias a América, y síntoma también de la voluntad de marcar en el espacio a la comunidad, puesto que son fácilmente identificables: Hondarribia, Usurbil, Andoain, Oiartzun, Abaltzisketa, Aizarna, Eibar, Zumarraga, Soraluze, Bergara, Hernani, Azkoitia, Zegama…
Mención aparte merece la basílica de Loiola (Azpeitia), único edificio enteramente barroco, presidido por una magnífica cúpula, ricamente trabajado en el exterior y el interior. En su planteamiento, la perspectiva parte de la obra. También destaca la basílica de Santa María del Coro (Donostia), financiada principalmente por la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Posee una portada-retablo, rococó, algo frecuente en España e Hispanoamérica, pero no en el País Vasco, especialmente pensada para ser vista desde el inicio de la Calle Mayor, que era la entrada a la ciudad.
Más información en “Las portadas de las Iglesias guipuzcoanas” (colección Bertan).
Arquitectura militar
Mientras en las villas guipuzcoanas las murallas medievales se insertaron en la trama urbana a medida que disminuía su función militar, en Hondarribia y San Sebastián, por su calidad de plazas fuertes fronterizas, evolucionaron hacia un complejo sistema de baluartes que respondieran a sitios prolongados y ataques de una artillería cada vez más eficaz.
Más información en “Fortificaciones en Gipuzkoa: s. XVI-XIX” (Colección Bertan).
Escultura y Pintura
En escultura, destacan, como en el periodo anterior, los retablos. En la transición del romanismo al barroco, es fundamental el papel jugado por escultores foráneos como Gregorio Fernández, Pedro de la Torrey Bernabé Cordero, que influyen en los artistas locales. Los ejemplos son abundantes y de calidad.
La pintura, en cambio, apenas tienen importancia, como tampoco la tuvo en el periodo anterior. De hecho, en esta época, más que al encargo de lienzos o frescos o compra de tablas, se recurre sobre todo a dorar y policromar retablos y tallas.