Reconversión agraria

La revolución del maíz

Esa gran reconversión económica y social que no cuestiona sino que afianza el régimen jurídico y político no se entiende sin tener en cuenta a América. Por un lado, porque allí se dirigía buena parte de la mano de obra excedente y porque las rentas allí obtenidas eran invertidas en la mejora y creación de nuevos caseríos y otras infraestructuras económicas. Pero, sobre todo, porque los protagonistas de esa revolución agrícola fueron los productos alimenticios americanos. Algunos de los productos más característicos de la gastronomía vasca tienen en América su origen: pimiento, chocolate, tomate, alubia, patata. Sin embargo, la clave económica está en un producto cuyo consumo humano es ahora anecdótico, el maíz. Como bien indica el “diálogo” mitificado que recogió Barandiaran: “yo soy la mejor de las plantas”, decía el trigo; “donde estoy yo no hay hambre”, respondía el maíz. Hasta tal extremo se extendió y naturalizó su cultivo a partir del XVII en el País Vasco Húmedo que no sólo evitó hambrunas, sino que incidió en un verdadero aumento demográfico.

Su verdadero éxito no radica tanto en el aumento del terreno dedicado a labores agrícolas, sino la oportunidad que esta planta ofrece para un aprovechamiento intensivo del suelo. Así, el cultivo del maíz se alterna con el de otros productos, de manera que la tierra no descansa prácticamente en ningún momento y produce más: sus propiedades forrajeras combinadas con las del nabo son sustento de una ganadería numerosa, productora, a su vez, del abono que, junto a la cal, permiten explotar continuamente el suelo.



Otras implicaciones

En el proceso de extensión del maíz tuvo mucha importancia la generalización del uso de la laya, una especie de arado manual, herramienta ya existente y muy sencilla; su gran ventaja era que permitía labrar tierras de fuerte pendiente.

La panificación del maíz acarreó el aumento de molinos, muchos de ellos aprovechando la energía hidráulica de las ferrerías. Existe un efecto también sobre la arquitectura de los caseríos, muchos de los cuales amplían su espacio para atender a las necesidades de almacenar y secar el maíz.

El triunfo de este modelo agrícola y ganadero no será cuestionado hasta al menos la mitad del siglo XVIII, dentro de una dinámica más amplia de crisis y cambio.



Más información en “Baserria: el caserío en Gipuzkoa” (Colección Bertan).



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