El Real Seminario de Bergara
El Real Seminario de Bergara constituyó en sí mismo el gran resultado de la labor de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, y el mejor reflejo de su inquietud en materia educativa. Por otro lado, supuso un auténtico hito en la enseñanza superior y la investigación. El 19 de agosto de 1769, una Real Cédula de Carlos III concedía a la Bascongada el colegio que habían tenido los jesuitas en Bergara hasta su supresión. En noviembre de 1776 se instauró en él un seminario para dar clases de castellano, latín, francés e inglés, matemáticas, ciencias naturales y otras materias que contribuyesen a la formación de “las costumbres, la religión y la razón de los jóvenes”.
Se establecieron dos ciclos de enseñanza. En el “general” se impartían materias humanísticas y culturales adecuadas a la educación de los jóvenes nobles: Primeras Letras, Lenguas, Humanidad (historia, mitología, estudio de blasones, etc.), Física, Matemáticas, Dibujo y Habilidades (baile, música, esgrima, monta a caballo). En el de “enseñanzas particulares” se enseñaba Mineralogía, Metalurgia, Química, Arquitectura pública, Agri-pericia, Comercio y Política. En 1778 se abrieron las cátedras de Química, Mineralogía y Metalurgia, con cierto apoyo del Estado. En las enseñanzas generales se recurrió a profesorado casi exclusivamente local, excepto para Habilidades, donde se contrató al francés François Duboix. Las enseñanzas particulares, en cambio, contaron con personal especializado procedente de otros países: los franceses Louis Joseph Proust (Química y Metalurgia) y François Chabaneaux (Física), el sueco Anders Nikolaus Tunborg –que, junto a Jerónimo Mas, sustituyó a Fausto Elhuyar en Química- y otros. La Sociedad mantuvo relaciones con eruditos escoceses o franceses que no podían acudir a impartir clases en Bergara.
El seminario contaba, además de con una biblioteca y un gabinete, con un importante laboratorio, sito en la casa-torre de Zabala. Según el sueco Tunborg, era cuatro veces mayor que el de Estocolmo o Upsala. Su material se trajo de Francia e Inglaterra. En él se consiguió aislar el wolframio de la wolframita, descubriendo así un elemento químico desconocido hasta entonces. También se realizaron otros avances, como el descubrimiento de un método práctico para hacer maleable el platino. Se realizaban análisis de aguas minerales, estudios sobre la producción de chapas de hierro y hojalata, sobre las minas de Somorrostro, colecciones de minerales del país, etc.
A pesar de su relevancia y significado, el impacto real que el Seminario tuvo en la sociedad vasca es matizable. En primer lugar, no estaba diseñado para una recepción masiva de alumnos: entre 1776 y 1783, contaba con una media de 55; en el período de 1783-1789, con una de 125; finalmente, entre 1789-1794, con algo más de 90. En segundo lugar, sólo un tercio del alumnado fue vasco. El 44% era españoles (sobre todo, procedentes de Andalucía) y un 22% procedía de las colonias, especialmente de Cuba y México.
La Guerra de la Convención, al igual que con la Bascongada, dio al traste con el Seminario, que fue saqueado por las tropas francesas. Debido a este episodio bélico, en 1794 se trasladó a Vitoria, y no volvió a Bergara hasta 1798. En 1848 se acordó el establecimiento y erección de la primera Escuela Industrial de la Península. Finalmente, desapareció en 1892, convertido en colegio de segunda enseñanza a cargo de los Padres Dominicos.