La Belle Époque
Aunque cronológicamente se trata de una época más ligada al siglo XX -los historiadores la sitúan entre 1895 y el final de la Primera Guerra Mundial, en 1918-, las raíces de la denominada Belle Époque se hunden a lo largo del siglo XIX.
El primer precedente vasco se halla en la estancia de la reina Isabel II en San Sebastián en 1845, cuando vino a tomar baños de mar por cuestiones de salud. Hasta su exilio en 1868, volvió varias veces, aunque sin continuidad. Aprovechando sus veraneos en la vecina Biarritz, la pareja imperial francesa, Napoleón III y Eugenia de Montijo, visitó Donostia en varias ocasiones entre 1856 y 1865. Estas visitas fueron decantando el carácter turístico de San Sebastián.
La capital guipuzcoana se convertirá definitivamente en meta del turismo de élite –de élite, puesto que entonces no existía otro- español a partir de que en 1887 la Regente María Cristina de Habsburgo, viuda de Alfonso XII, decida acudir anualmente. Lo hizo hasta 1929, y no faltó más que un año, en 1898. La Corte española de verano atraía a políticos, aristócratas y a la alta burguesía, española y extranjera. Hasta la Reina Victoria de Inglaterra, dirigente de la mayor potencia mundial del momento, la visitó en 1889, evidencia de la consolidación de la ciudad como destino turístico de las clases privilegiadas.
Siguiendo el ejemplo de Biarritz, Donostia promovió la construcción de espacios de ocio e infraestructura hostelera. La principal aportación arquitectónica al turismo de ocio en el siglo XIX donostiarra fue la construcción del casino, actual Ayuntamiento, en 1889. Al mismo tiempo, la construcción del palacio real de Miramar en 1893 aseguró la presencia de la corte española todos los veranos.